Al salir, la brisa fresca de la mañana me envuelve, y puedo sentir que este será un día memorable. La ruta hacia el Monte Abantos comienza cerca del monasterio, donde el bullicio del turismo se siente lejano. La tranquilidad del entorno natural me hace sentir que estoy a punto de embarcarme en una aventura.
El sendero serpentea a través de un bosque de pinos, donde el aroma de la resina llena el aire. Mientras camino, me topo con algunos lugareños que pasean a sus perros y otros grupos de excursionistas que comparten el mismo objetivo: llegar a la cima. La conversación fluye entre sonrisas y saludos, creando un ambiente de camaradería.
A medida que avanzo, noto cómo el paisaje cambia; los pinos son reemplazados gradualmente por arbustos de matorrales y flores silvestres. La flora y fauna de la zona son diversas, y no es raro ver aves como el buitre leonado o incluso ciervos que vagan libremente. Cada paso me acerca más a la cima, pero también a la maravilla de la naturaleza que me rodea.
Después de una caminata de aproximadamente dos horas, llego finalmente a la cima del Monte Abantos. Las vistas son simplemente impresionantes. Desde aquí, se puede observar todo El Escorial, con su famoso monasterio y los altos picos de la Sierra de Guadarrama al fondo. Decido tomarme un momento para absorber la belleza del lugar. Saco mi botella de agua y un pequeño bocadillo, disfrutando de la recompensa de haber subido.
Mientras estoy sentado en una roca, un grupo de jóvenes se acerca, riendo y compartiendo historias sobre sus propias aventuras. Se unen a mí y comenzamos a intercambiar anécdotas sobre nuestras experiencias en la montaña. La calidez humana contrasta con la frialdad del viento que sopla desde las alturas.
Dentro del refugio, me encuentro con un par de excursionistas que están investigando esas inscripciones. Comenzamos a charlar y me cuentan que, según la leyenda, estas montañas estaban habitadas por seres míticos que protegían a la gente de la zona. Esta conexión entre historia y naturaleza me fascina, y siento que cada paso en este terreno sagrado está impregnado de relatos por descubrir.
Más adelante, encuentro un pequeño arroyo que serpentea entre las rocas. Es el lugar perfecto para hacer una pausa adicional. Me quito las botas y siento la frescura del agua en mis pies, dejando que la corriente me relaje mientras disfruto de la paz que emana del entorno.
Al llegar de regreso a El Escorial, me siento renovado. La mezcla de ejercicio físico, la conexión con la naturaleza y las interacciones con otros viajeros me han proporcionado no solo un día lleno de aventuras, sino también una sensación de comunidad y pertenencia. El Monte Abantos no es solo un lugar para escalar, sino un espacio donde las historias de quienes lo habitan y lo visitan se entrelazan.
Al llegar de regreso a El Escorial, me siento renovado. La mezcla de ejercicio físico, la conexión con la naturaleza y las interacciones con otros viajeros me han proporcionado no solo un día lleno de aventuras, sino también una sensación de comunidad y pertenencia. El Monte Abantos no es solo un lugar para escalar, sino un espacio donde las historias de quienes lo habitan y lo visitan se entrelazan.
Así concluye mi aventura en el Monte Abantos, un lugar que sin duda permanecerá en mi memoria y que anhelo volver a visitar. Al iniciar la próxima jornada, ya planeo explorar más de los secretos que esta sierra oculta, en busca de nuevas historias y aventuras que contar.
El Monte Abantos es un espacio que combina la belleza natural con un rico trasfondo histórico. Ya sea que busques aventura, sosiego o un espacio para reflexionar, este monte ofrece todo eso y más. Así que la próxima vez que estés en Madrid, no dudes en hacer una parada en El Escorial y explorar los encantos del Monte Abantos. Te prometo que no te arrepentirás. La aventura espera, y la naturaleza siempre tiene algo que ofrecer.
Miguel Ángel Villasante Rodríguez |