Iniciamos la ruta paseando por las calles de la población, disfrutando de la maravillosa mañana de otoño. Como otras veces, visitamos con la mirada la cooperativa de castañas., no queríamos molestar a los trabajadores.
Caminamos por la pista asfaltada hasta la hermosa pradera donde la ermita de San Isidro deslumbra en el paisaje, que de fondo tiene unas preciosas vistas de un castañar.
Las sendas con las hojas de los castaños y otros árboles de la zona cubrían el suelo con un colorido manto de colores ocre. La naturaleza nos mostraba todo el encanto del colorido otoño.
El pueblo nos volvió a acoger en sus entrañas. No podíamos alejarnos mucho de la localidad, teníamos una reserva en uno de sus locales y no podíamos perderla. Las cascadas más hermosas las vimos en los alrededores de la localidad.
Caminamos por los alrededores del pueblo en dirección a la salida del pueblo y nos sorprendió encontrar aquel coche viejo en aquel lugar, algunas setas y un madroño con muchos frutos.